lunes, 20 de abril de 2015

¿Amigos?

¿Cómo se puede medir una vida? ¿Según las victorias? ¿Las derrotas? Alguna vez oí que sólo se puede medir según los momentos, aquellos instantes que nos dejan sin aliento, aquellos que perduran en nuestra memoria mucho tiempo más allá de cuando sucedieron. 

Últimamente no recuerdo ningún momentos que me emocionara en exceso, pero creo que puedo estar viviendo uno de los momentos más agradables aún a la vez más estresante de los últimos años a nivel personal. 
Mi historia en las amistades nunca ha sido sencilla, un camino lleno de obstáculos que me han tenido que ir moldeando golpe tras golpe. Incluso en la veintena, sigo teniendo inseguridades sobre los amigos que creía haber arrastrado tras mi paso por el instituto. Pero si hay algo que el tiempo, tristemente, me ha enseñado, es que nadie puede permanecer en tu vida si está obligado. La gente que me considera importante en su vida me lo ha demostrado, con pequeños detalles, pero el cariño mutuo se nota.
Mucho tiempo he sufrido intentando mantener a la gente a mi alrededor, pero mis fuerzas ya no dan para más, y mi experiencia me ha obligado a abrir los ojos, de una forma fría y cruel, pero creo que necesaria. 

En los últimos dos años, he podido conocer a la gente más amable, sincera y cariñosa, a pesar de venir envueltas en personas que no atraían mi atención en un comienzo. Son los pequeños prejuicios, incluso pensando que no los tenía en mi interior, los que me hicieron mantenerme alejada de ellos en un comienzo, a expensas de seguir arrastrándome detrás de mi grupo de amigos, sin darme cuenta de la triste verdad.

La gente se separa, no por falta de amor mutuo o intención personal, si no porque las vidas prosiguen unos caminos diferentes, los intereses comienzan a diferir de los anteriormente pensados, la nueva gente que entra en la vida nos abren poco a poco a otras experiencias. Y lentamente, las conversaciones se transforman en un par de líneas, los saludos se convierten en una obligación, y al final sólo queda una de esas personas, con el corazón aún encogido, intentando revivir la amistad anterior. Pero una amistad no puede sobrevivir a la sombra de una persona, se necesita que la cuiden ambos participantes. 

La buena amistad, aquella que calienta nuestro corazón, que nos devuelve la calma en nosotros mismos, y que nos da el impulso a mejorar como persona, dar más de nosotros por los demás e incluso por nuestro propio beneficio, es aquella más inesperada y natural. No hay que buscar a la persona que pudiera cumplir con nuestro canon perfecto, esa persona en realidad no existe. Sólo debemos permanecer abiertos a la gente, ser amables y pacientes con las personas a nuestro alrededor. Saber reconocer la gente tóxica, que no aporta nada a nuestra vida, y aprender a rodearnos de aquellas personas que quieren nuestro tiempo, nuestras experiencias y nos ayudan a cumplir nuestros sueños. 

Son esas personas las que se ganan el título de amigos

domingo, 19 de abril de 2015

Atardecer

Miles son los colores que se puedes apreciar en un atardecer primaveral. Muchas veces he intentado retratarlos, siempre con el mismo resultado. Imposible.

Mis dotes artísticos no son capaces de retratar la perfección de los azules, amarillos, magentas, violetas y rojizos que colorean el firmamento en el ocaso del día. La infinitud de la paleta consigue siempre sorprenderme, devolviendo a mi cabeza la declaración que una vez escuché:
"Dios debe ser pintor"
Mis sentimientos respecto al Dios supremo son demasiado complejos, no es el momento ni el lugar de explicarlos, pero en esos inexplicables momentos en los que alzo la vista hacia el cielo y descubro la explosión de magia celeste, mi corazón llega a encogerse con la belleza del azar.

Porque todo ese resultado es fruto de la más pura casualidad.
Y ese azar me sobrecoge.

¿Quién soy?

Lo educado es una breve presentación, ¿no es así?


Pero, ¿cómo puedo decir quién soy? Espero que a través de la verborrea que salga de mis dedos pueda llegar a responder a esa simple, mas profunda, pregunta.

No tengo una vida extraordinaria, más bien por debajo de la media, o eso pienso ahora. No soy una persona que sobresalga en ningún aspecto de la vida. Pero no penséis que soy pesimista, lo digo con toda la humildad y, espero sinceramente, el realismo que puedo. No tengo ningún objetivo fijado ahora mismo con ésto, sólo ha sido una llamada repentina de mi interior. 

No espero mejorar el mundo, de hecho, no creo que beneficie en ningún aspecto a la gente con mis pensamientos, pero ahora mismo el mundo me importa poco. Sólo es curiosidad, una necesidad de ver mis experiencias y reflexiones reflejadas en un lugar público.

Simplemente, soy yo. Un "yo" imperfecto, a veces humano, a veces mil personas a la vez. Sólo dos letras. Yo.